Sucede lo mismo cuando nos referimos al uso “racional” de los recursos. Para un israelí o un aborigen australiano, el uso racional del agua significa ahorrar hasta la última gota, mientras que para un norteamericano significa lavar el auto solo tres veces a la semana. De manera que si nos dicen que la sustentabilidad significa el uso racional de los recursos, sin aclarar que significa “racional” o diferenciar siquiera si son renovables o no renovables, estamos solo asumiendo que quien recibe la información coincide con nuestro criterio personal de lo que es racional o de lo que es sustentable.
La palabra “sustentabilidad” proviene del verbo “sustentar” que significa “sostener”. El término significa, por lo tanto, capacidad de sostenerse. Si decimos “sustentable en el tiempo” queremos significar que se puede “sostener durante un período determinado” Pero si no especificamos el lapso de tiempo en cuestión, la consideración del lector puede ir desde un par de horas hasta varios siglos. Otro término estrechamente asociado a la sustentabilidad es “desarrollo”. Desarrollo es equivalente a, y es sinónimo de, “evolución”. Más aún, en el lenguaje contemporáneo, el desarrollo está estrechamente ligado al crecimiento; entendiendo por crecimiento el progreso económico. De manera pues que cuando las agencias internacionales hablan de desarrollo sustentable están hablando de progreso material sustentable, de crecimiento económico sustentable. Si consideramos a Bartlett, tenemos que aventurar una definición de desarrollo que sea sustentable. Para eso debemos considerar que si hemos consumido la mayor parte de los mayores yacimientos de recursos no renovables, será difícil hablar de desarrollo sustentable, pues a medida que se vayan agotando los recursos, nuestro desarrollo –y por ende nuestro crecimiento- será cada vez menos sustentable en el tiempo.
En 1849 se halló un trozo de cobre macizo, el más grande de la historia, con 1,7 toneladas de peso y más de 2m de altura, a menos de 2m de profundidad. Hoy en día ya no encontramos trozos de cobre de ese tamaño. Sabemos que el mineral más rico en cobre del mundo se encuentra en la mina de Chuquicamata en Antofagasta, Chile. Esta mina solía ser una montaña de 800m de altura, pero hoy es un gigantesco agujero de casi 4Km de diámetro por unos 2Km de profundidad. El máximo porcentaje de cobre puro que se obtiene de esa mina hoy es de 3%. Cada día ese porcentaje se reduce. La “pepita” de oro puro más grande del mundo se halló apenas a 60cm bajo la superficie en 1876; mide 1,5m de altura y pesa 1.470Kg. Se conserva en el Museo del Oro, Dakota del Norte. Actualmente necesitamos excavar 10.000kg de mineral en Las Cristinas, Venezuela, para poder refinar
Esta misma situación se ha repetido en los últimos años con casi todos los minerales; bauxita, azufre, alúmina, hierro, molibdeno, coltan, caolín, yeso, cemento, cal, magnesio, el platino, el oro etc., ya que estos minerales son componentes de casi todo lo que consumimos, desde palillos de dientes desechables, pasando por computadoras, teléfonos celulares y automóviles, hasta satélites de comunicación y estaciones espaciales. Otro factor aterrador es nuestra voracidad de carne. Los vacunos del mundo consumen el 51% de toda el agua potable, y generan millones de toneladas de metano, gas de efecto invernadero veintiséis veces superior al del CO2. A menos que reduzcamos nuestro apetito por hamburguesas seremos desplazados por las vacas. ¿Difícil de creer? En Holanda ya hay siete vacas por cada ser humano y el gobierno de la Reina Beatriz ha ordenado la reducción drástica de la industria de la carne y de los lácteos que son uno de los principales productos de exportación de los holandeses.
Este descontrolado consumo de recursos tal vez hubiera sido más pausado si no hubiese sido por la cultura del desecho que derivó de la revolución industrial y se afianzó en los años 60s con el auge de la tecnología electrónica y la era espacial. Todo se quiso hacer desechable, desde trajes para damas, hasta cohetes intercontinentales. Así la industria manufacturera y la creciente economía fijó un modelo de desarrollo con reglas de juego de diseño para todo lo que se fabrica, que incluyeran lo que Annie Leonard llama “caducidad programada”[5], es decir que el producto se diseña para que caduque y sea desechado, pues es el principal factor de estimulación del consumo que sostiene al crecimiento ilimitado.
Las consecuencias de ese impacto han sido tan destructivas que nuestro planeta está hoy caminando en el filo de la navaja ante la crisis de recursos que amenaza a la misma supervivencia de la civilización como producto del severo impacto que hemos impreso al ambiente. En poco más de ciento cincuenta años hemos consumido los recursos de seis generaciones delante de nosotros. Es decir, que nuestra deuda generacional de recursos es de 6X. Si continuamos con el mismo modelo de desarrollo seguiremos acumulando más deuda generacional, y a menos que reduzcamos drástica, dramática y radicalmente nuestra voracidad de consumo esta tendencia nos conducirá a agotar los recursos de los nietos de los biznietos de nuestros tataranietos.
Los Castores, Julio de 2009
Arq. Reinaldo Martínez,
[1] Conferencia de Estocolmo, Declaración de Principios, 1972.
[2] Informe Brundtland, Comisión de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Ambiente, 1972.
[3] Albert Bartlett, “Arithmetic Population and Energy: The Forgotten Foundaments of the Energy Crisis”.
[4] Sustainable Development at Risk, Joseph Hulse, Londres, 2008.
[5] Annie Leonard, “The Story of Staff”
1 comentario:
Gracias por la participación, tratemos de crear por esta via la unión necesaria para las acciones del futuro.
Publicar un comentario